Mi hija, estudiante de medicina, hace poco se preguntó si en las condiciones actuales y futuras es aconsejable estudiar medicina, si la vocación hace milagros o si los milagros no existen.

Medicina es una carrera que demanda unos 10 años de estudios compuestos de cursadas, exámenes y prácticas que se requieren para la obtención del título de grado, el de especialización y/o residencia en el caso que se opte por ella, acompañado siempre por un alto grado de responsabilidad y compromiso.

Una vez obtenido el título  l@s médic@s suelen realizar guardias de muchas horas en hospitales públicos que no siempre son bien remuneradas y también suelen atender en consultorios privados, los que generalmente les retienen un porcentaje de la consulta por el uso del espacio, además, tienen que abonar cuotas los colegios médicos, matrículas, las cajas jubilatorias y demás impuestos que suelen ser bastante más onerosos que para otras profesiones.

No es un tema menor, Considererar además, que el médico ya no es visto por la sociedad como una persona respetable, sino más bien como un trabajador que debe cumplir con su deber y hacerlo bien, caso contrario sera plausible de juicios y agravios de todo tipo, como los que hemos visto últimamente contra médicos que no podían ingresar a sus hogares, o sufrieron el destrozo de sus vehículos, o padecieron los insultos y el desprecio de sus vecinos por cumplir con el deber que la sociedad demanda, atender a los pacientes en medio de la pandemia.

Item aparte, las mamás profesionales de la salud que al igual que todas las otras mamás, dejan a sus hijos para trabajar, pero con el riesgo adicional de haber estado en contacto con personas posiblemente infectadas.  Precisamente haciéndose eco de esto, la revista The New Yorker en una de sus últimas portadas ilustra a una mujer sanitaria que en medio de un pasillo de hospital repleto de personal, le da las buenas noches a sus hijos y a su marido a través de una videollamada.  

En la práctica médica, es verdad que no podemos afirmar que no existan errores, negligencias o deficiencias, seguramente las hay, pero en su mayoría estos errores no se deben a un deseo o a la "dejadez" del profesional, sino más bien a la conjunción de la dificultad de ejercer una ciencia que es considerada inexacta, porque la condición biológica, metabólica, nutricional, etc. de cada enfermo es distinta, y esto convierte al acto médico en una ecuación en la que se combinan además del conocimiento y la destreza del médico, la respuesta que pueda dar ese paciente al tratamiento, todo esto sumado a la presión a la que la sociedad los somete.

Desde hace unos meses, los ciudadanos solo escuchamos hablar de pandemia, achatamiento de curvas, nuevos casos, cuarentena, etc. términos que muchas personas desconocían y hoy son parte del vocabulario popular. Si para el común de la gente, esto resulta un desafío, pensemos que a un desafió aún mayor, se enfrenta el personal de salud, no solo aquí en La Costa, sino en todo el mundo. En el prestigioso Hospital de la Universidad J Hopkins, un médico residente afectado a COVID-19 afirmaba que "... se vuelve muy difícil discernir quién necesita ser hospitalizado, quiénes corren riesgos de desarrollar síntomas severos y necesitar oxígeno suplementario... Tomar la decisión correcta es crucial, pero el problema es la falta de información para racionalizar esas decisiones, intentamos desesperadamente mantenernos al día con las últimas publicaciones sobre el tema."

Por eso, oír hablar a la ligera de errores y negligencias médicas en medio de una pandemia a veces resulta sorprendente. 

No debemos olvidar que las decisiones en materia sanitaria, no siempre están en manos de quienes se desempeñan en el sistema de salud, las políticas sanitarias son diseñadas por los gobiernos para mejorar las condiciones y las necesidades de una población, y son muy importantes porque afectarán directa o indirectamente el bienestar y la calidad de vida de las comunidades. 

Cuando todo termine, quedarán al descubierto aciertos y errores, reflexionar sobre ellos y sobre nosotros mismos para capitalizarlos como un aprendizaje, seguramente será lo único bueno que nos deje esta pandemia.